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Todo proceso de producción cuenta con controles de calidad. La función del control de calidad existe primordialmente como un proceso, para revisar las especificaciones definidas por la ingeniería del producto y proporcionar asistencia al departamento de fabricación, controlando que la producción alcance los niveles de exigencia establecidos.
Así pues, en odontología, como todo producto sanitario, estos controles pueden llegar a alcanzar niveles de exigencia muy altos.
Si creemos en la calidad como pilar básico de la producción de nuestros productos, tanto implantes como aditamientos deben pasar varios controles de calidad a lo largo de su proceso de producción.
Uno de ellos nos lo encontramos a pie de máquina, en los tornos mecánicos. Con una hoja de control desarrollada por los ingenieros del departamento de calidad se determinan las diferentes cotas y dimensiones que se deben revisar, así como la frecuencia de control. Estas cotas son controladas por los operarios y, a su vez, por los responsables de calidad. Para ponernos en situación con un ejemplo, en el caso de los implantes se puede llegar a contar con más de 30 cotas para controlar con una frecuencia determinada, eso sin tener en cuenta los controles de pre-producción y post-producción, donde se revisan las primeras piezas producidas, así como algunas piezas aleatorias al final de cada producción.
Siguiendo con el proceso, una vez las piezas han pasado por los distintos tratamientos de limpieza o pulido, entre otros, llegamos a otro control de calidad, el más exhaustivo de todos. Este control denominado control 100%, es una revisión donde, tal y como el nombre indica, se controlan una a una todas las piezas producidas, es decir, el 100% de la producción. Eso si, aquí ya no tenemos más de 30 cotas para revisar, sino que se escogen aquellos puntos más críticos de cada pieza.
Asimismo, esta revisión es la que nos permite afirmar que tenemos el control sobre la totalidad de nuestros productos, lo que nos asegura el cumplimiento de las exigencias marcadas.
Por otro lado, si hablamos de calidad no podemos olvidarnos de las certificaciones sanitarias, como la ISO 13458 o la marca CE para productos sanitarios, donde mediante una auditoría, un organismo externo examina, controla y verifica los procesos y la seguridad del producto con la finalidad de determinar si se cumplen los protocolos de calidad. Es esta certificación la que consigue darle una visión más objetiva a todo el proceso de producción.
De este modo, y siguiendo la evolución del mercado de la odontología con la reciente aparición de productos low-cost, creemos que se debe apostar aún más fuerte por la calidad de los productos como elemento diferenciador. Porque, al fin y al cabo, la calidad del producto influye directamente en el bienestar del paciente.